Vuelvo

Vuelvo el 15, para la Virgen de Agosto, como dirían los carteles de las fiestas patronales de la mayoría de los pueblos de Extremadura y de otros sitios.

Dejo, por unos días este Madrid de vacíos ficticios, de terrazas sin sombras, de prisas que descasan hasta Septiembre.

La ciudad sin siesta, la ciudad en obras, donde únicamente se siente cómodo Gallardón. La perpetua candidata a sede olímpica. Madrid 2000infinito colgarán en los carteles de las farolas, junto a los floreros de la boda real y Picasso en el Prado. 2016 o si no 2020. Es como aquella de Kubrick que en los ochenta vi en el Coliseum, otro perpetuo candidato a sede de Obra Social, la "Odisea en el espacio" que pintaba un 2001 con naves a cámara lenta y extraños monolitos.
Ya digo como Madrid, con obras a cámara lenta y crecientes monolitos en la antigua Ciudad Deportiva, con parada de metro y salida a Castellana. Ni siquiera cuando esta ciudad era rompeolas de Guerra Civil estuvo tan agujereada, ni trinchera tan honda cavada en el Paseo de Extremadura. Todo para convertir una circunvalación en Bulevar de río, tan impresionante como el primate lanzando el hueso al espacio.

Vuelvo a Extremadura, tras enlazar Navalmoral con Plasencia y Plasencia con Cáceres. Vuelvo a la sopa de tomate acompañada por los primeros higos, a la penumbra de la casa con el sol insistiendo tras la bajadas persianas, al atardecer en la Plaza de San Jorge, con el vuelo de vencejos y el "gazpacho" de las cigueñas, con el fresco que a veces aparece al final de la obra en el Teatro Romano de Mérida, a la galbana de las siestas, que para eso estoy de vacaciones.

Dejo la ropa de otoño colgándose en las perchas de los centros comerciales, que prisa tiene esta ciudad para que lleguen las cosas. Otoño en Agosto, Navidades en Octubre, primavera en Febrero, y mi bolsillo que sólo entiende de estaciones por equinoccios y solsticios.

En Extremadura el ocho de Septiembre todavía es verano, me lo dice el calor en Mérida y la uva que espera en las viñas.